Ciudad de México

Si la gente no puede venir a la iglesia, la iglesia irá a la gente, pensó el sacerdote Juan López, que cada domingo de confinamiento en Perú sube al tejado de su parroquia a medio construir y, con un improvisado altar y una potente megafonía, oficia su misa contra viento, marea y pandemia.

Las misas del padre López se han vuelto la gran atracción de los domingos de cuarentena para Tomayquichua, un tranquilo y apacible pueblo de poco más de mil habitantes en el corazón de los Andes, en la céntrica región de Huánuco, que es una de las más afectadas de Perú en esta segunda ola de coronavirus.

«Si ahora están prohibidas las misas y las reuniones, siempre tiene que haber formas y maneras de llegar a la gente. La cosa es encontrarlas», explica a Efe el padre López.

«En la vida hay muchos obstáculos, pero siempre hay salidas. En ese sentido, yo dije que el techo no puede ser de ninguna manera motivo para que deje de predicar», añade.

Desde lo alto de la Iglesia de Santa Rosa de Tomayquichua, la vista es de vértigo y obliga a caminar muy cuidadosamente sobre la estructura cóncava de la bóveda central, un ejercicio de equilibrio para evitar una fatal de caída de 13 metros de altura, pues las cornisas del edificio carecen de elementos para agarrarse.

Allí la panorámica es total, se divisan toda las casas y el cielo parece todavía más cerca de lo que ya se siente en este tradicional pueblo andino ubicado a unos 2 mil metros de altitud que se atribuye ser la tierra de ‘La Perricholi’, cantante y actriz del siglo XVIII.

«También de la abuela de Santa Rosa de Lima», puntualiza el padre López en referencia a la ascendente de la patrona de América, de Perú y, especialmente, de su capital.

Sobre la cúspide del frontis de la iglesia aparece cada domingo puntualmente a las 10:00 de la mañana el padre López y su voz se expande hasta los confines de Tomayquichua para que nadie en el pueblo se quede sin seguir la misa desde sus casas.

«Habrá aproximadamente cien personas desde techos, balcones, puertas y ventanas pero la gran mayoría me sigue a través de las redes sociales», cuenta el padre López, que desde su propio teléfono móvil transmite en vivo esas homilías. La del último domingo fue vista por más de 3 mil 700 personas.

«Ellos están muy contentos, pero también preocupados porque hay domingos que el viento es fuerte y da miedo, pero ahí estamos con la gracia de Dios y con un par de piedras en los bolsillos para que el viento no me pueda hacer ningún daño, ya que no peso nada», bromea.

Pese a sus trucos para no salir volando, el viento sí le juega malas pasadas en su mesa plegable convertida en altar, pues el menor soplo le mueve las páginas de la Biblia y le desordena el mantel que a duras penas logran retener los otros elementos básicos para la misa: el crucifijo, el cirio, la copa y una oblea para la comunión.

«Aparte del peligro que trae consigo subirse al techo, me cae todo el sol encima y termino la misa mojadito, pero con una gran alegría y satisfacción de poder llegar a la gente, atenderla y fortalecerla dentro de esta situación que pasamos en el mundo», valora el clérigo.

Desde que llegó en 2009 a Tomayquichua, el padre López se ha hecho conocido en toda la región de Huánuco, no sólo por sus misas desde las alturas, sino por su empeño en construir su iglesia y sobre todo ahora por visitar a los enfermos de Covid-19 para darles apoyo moral y espiritual.

Un sismo obligó a derribar la anterior iglesia y desde 2011 el padre López lleva invertidos más de 2 millones de soles (unos 550 mil dólares) en construir el nuevo templo que aún no termina.

Cada año realiza hasta seis actividades grandes para recaudar fondos que permitan seguir la construcción de la iglesia, y en ellos suele reunir anualmente unos 100 mil soles (unos 27 mil 500 dólares) pero con la pandemia los trabajos se han detenido.

«Pensaba acabarla en 2022, pero con esto será algunos años más. Como sigue en construcción, tengo que trepar para dar misa en el techo porque todavía no están las escaleras completas», indica el padre López.

Para llegar al techo tiene que utilizar una rústica escalera de madera desde el campanario, donde todavía tiene pendiente instalar la cúpula y la cruz que lo coronará.

Durante la semana, el padre López acude hasta tres o cuatro veces por semana a los hospitales de Huánuco para visitar a los enfermos por Covid-19 y darles consuelo y apoyo moral y espiritual.

«A veces hago la misa adentro del hospital, y es triste y doloroso ver cómo sufren. Necesitamos acompañarlos, fortalecerlos, animarlos y ponerlos en las manos del Señor», cuenta el cura.

«Mientras el Señor me conceda vida y salud y pueda atenderlos, yo arriesgo mi vida y mi tiempo gratuitamente para ir hasta donde están ellos», agrega.

A bordo de su propia moto ha llegado incluso hasta Tingo María, a unas cuatro horas de camino desde Tomayquichua, para visitar uno por uno a los pacientes con Covid-19 protegido con todo el equipamiento sanitario necesario, pero con su distintiva estola.

A muchos pacientes le ha tocado extender la extremaunción, sacramento reservado para aquellos enfermos más graves y perjudicados, y es que Huánuco atraviesa un momento dramático al ser una de las regiones más impactadas de Perú en la segunda ola de Covid-19, con una grave crisis de escasez de oxígeno medicinal.

«Esta segunda ola está mucho peor que la primera. A eso hay que sumarle que no tenemos hospitales, ni personal, ni insumos ni oxígeno. Son cuatro cosas que nos hacen falta hoy en día en nuestro Huánuco», concluye el padre López.